domingo, 7 de octubre de 2018

EL ESCLAVO MODERNO-18



 “La descentralización de la producción por millares de aldeas estaba
estrechamente relacionada con la descentralización del poder político,
ideal básico de Gandhi en una sociedad noviolenta"



A medida que la opresión se expande por todos los sectores de la vida, la rebelión se hace más necesaria y urgente. Acabar con la sociedad mercantil totalitaria no es un asunto de opinión, es una necesidad absoluta en un mundo que se sabe condenado. Ya que el dominio está en todas partes, es por todas partes y por todo el tiempo que hay que buscar la liberación. La reinvención del lenguaje, el trastorno permanente de la vida cotidiana, la desobediencia y la resistencia son las palabras claves de la rebelión contra el orden establecido. Pero para que de esta rebelión surja una sociedad nueva hay que encaminar las subjetividades a un frente común. Es en la unidad de todas las fuerzas transformadoras que hay que obrar. Esta no se puede conseguir más que siendo conscientes de nuestros fracasos pasados: ni el reformismo estéril, ni la burocracia totalitaria, ni la destrucción de las infraestructuras y de las personas  pueden ser una solución para nuestra inconformidad. Se trata de inventar nuevas formas de organización y de lucha. Toda centralización es un culto a la fuerza y una delegación de nuestro poder, porque en efecto no puede obtenerse una centralización sin esta base condicional. Toda centralización es contraria a los principios de la noviolencia, por lo que la descentralización debe de ser la base para una nueva forma de organización. Toda centralización hace más vulnerable a un país, dejándolo abiertamente indefenso frente al peligro que supone la sociedad mercantil totalitaria. No cabe duda que una socioeconomía descentralizada permite un mayor juego de la democracia, facilitando la participación del pueblo en mayor número de decisiones. La verdadera economía debe buscar siempre el bien de todos y nunca milita contra las normas éticas más altas. “Del mismo modo la ética –para merecer verdaderamente su nombre– tiene que apoyarse en una economía racional”. “Una economía que inculca el culto de Mammon y permite que el fuerte se haga rico a expensas del débil es una ciencia falsa y funesta. Por otra parte, la verdadera economía defiende la justicia social, promueve el bienestar de todos –inclusive de los débiles– y resulta indispensable para una vida decorosa”, una economía así, solo será posible con un hombre y una mujer así.