domingo, 26 de marzo de 2017

REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA - 10 -



REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA.
APOYÁNDONOS EN  JEAN-MARIE MULLER (1)

-10-

UN SISTEMA QUE NO NOS SIRVE

Hemos visto en reflexiones anteriores que una injusticia particular no debe ser mirada como un caso aislado que necesita un tratamiento aislado. Mediante el análisis objetivo de las situaciones económicas, políticas y sociales podemos poner al descubierto las causas profundas de esa injusticia, y ésta no es más que el síntoma de un mal que alcanza al sistema social en su conjunto. La acción caritativa, necesaria en ciertos momentos, no se encuentra en condiciones de extirpar las raíces de la injusticia, por lo que hay que comprometerse en la lucha política para que ponga en jaque el sistema social entero. Pues en última instancia es inútil enfrentarse a los efectos del mal si se continúa por otra parte manteniendo sus causas.

Por lo tanto, en la perspectiva ofrecida por la noviolencia, una vez que el conjunto del análisis nos ha mostrado que era ilusorio pretender que los oprimidos podía obtener la justicia sin exigir una transformación profunda del sistema económico y político, se trata de situarse en una perspectiva transformadora. No podemos contentarnos con pedir pequeñas reformas de las que sabemos que vienen más a consolidar el sistema que a debilitarlo, (decíamos en nuestra reflexión: PODEMOS EN EL REINO DEL CESAR, http://colectivonena.blogspot.com.es/2014/11/podemos-en-el-reino-del-cesar.html, “Por tanto, cualquier promesa de un mundo mejor dentro del Capitalismo es puro espejismo, y quienes lo predican deberían de darse cuenta de que no es posible un mundo mejor, dentro del Capitalismo. El César necesita, súbditos, vasallos y esclavos que le proporcionen riquezas, y le ayuden a mantener su poder y gloria. El Capitalismo también”).  Por eso, la acción noviolenta sería vana si sólo se tratara, como a veces puede pensarse, de protestar regularmente mediante la organización de una “manifestación”, trátese de una marcha, de un encadenamiento o de una huelga de hambre, contra todas las violencias y todas las injusticias que la sociedad lleva en sí, considerándolas unas tras otras sin ninguna perspectiva de conjunto. La multiplicación de estas acciones aisladas y sin continuación, que serían de alguna manera acciones “caritativas” de nuevo cuño, no pueden pretender ninguna eficacia en vistas a la instauración de un orden social más justo, a los hechos nos remitimos.

Para combatir la injusticia se trata pues de “transformar el sistema” que la crea y la mantiene. Pero el sistema es demasiado pesado como para levantarlo y dejarlo caer. El peso del sistema y las fuerzas que lo mantienen son demasiado poderosas y los que padecen las injusticias han ido dejando que el sistema que los oprime los debilite progresivamente. Sería vano soñar con una Revolución que viniera un buen día a poner definitivamente un término a todas las injusticias del sistema en vigor y permitiera el advenimiento de una sociedad nueva donde reinaran efectivamente la libertad, la igualdad y la fraternidad. Quienes han alimentado un sueño así en el pasado, la historia les muestra que la lucha contra la injusticia en la sociedad actual, no nos permite seguir alimentando ese sueño. Podríamos seguir esperando durante años y décadas esa Gran Noche en que la Justicia estaría por fin a las puertas de nuestra Ciudad y mientras esperábamos, permaneceríamos cómplices del desorden establecido. Soñaríamos con ser revolucionarios y no seríamos más que colaboradores del sistema que nos oprime.

Aunque sea necesario situarse en una perspectiva que englobe al sistema en su conjunto, a nivel de estrategia de acción, habrá que elegir tal o cual injusticia o tal o cual violencia. Nos parece inútil oponerse o rechazar al sistema en su conjunto, so pretexto de que es fundamentalmente malo. Por más que se condene al Capitalismo como la fuente de todas las injusticia, como el sistema que necesita "sangre, muerte y destrucción" para sobrevivir, si queremos derribarle hay que elegir una manifestación concreta, con el fin de orientarla en la dirección elegida. Los más bellos proyectos o las más bellas “alternativas” concebidas pensando en la toma del poder, permanecen inoperantes mientras el poder permanece inaccesible. Por tanto, es precisamente durante ese tiempo cuando es urgente actuar.

La estrategia de la noviolencia consiste en elegir un punto preciso del sistema que permita tener un punto de asimiento sobre él y poder hacerle caer actuando como una palanca. Este punto preciso será la llave. “ La llave, anota Lanza del Vasto, es un término tomado del judo. El luchador japonés no atrapa a su adversario por la cintura, sino que le coge por las solapas de su chaqueta y mediante ellas lleva al cuerpo entero a caer y a rendirse” (2). Conviene, pues, buscar “el punto débil del sistema –aquél en que tendrá menos ventaja; el punto de desequilibrio –aquél en el que será más fácilmente quebrantarlo; el punto, pues, en el que el abuso de poder es más flagrante, más clamoroso, más molesto”. Así actuaron Gandhi y Martin Luther King. En 1930, el Congreso de la India decide lanzar de nuevo un desafío al gobierno organizando una campaña de desobediencia civil. Desde hace varios años Gandhi está convencido de que los indios no pueden contentarse con querer mejorar su suerte en el sistema de la dominación inglesa, sino que deben combatir el sistema hasta que sea derribado. Tras largas semanas de reflexión decide desafiar al gobierno transgrediendo la ley que obligaba a los indios a pagar un impuesto por la sal. En un primer momento, es difícil no asombrarse de que Gandhi decida batirse por una minúscula reforma mientras que, según su propia confesión, la situación exigía una verdadera revolución. Por lo tanto, muchos, entre los allegados a Gandhi, tuvieron esa reacción. “En nuestras filas, hace notar Nerhu en su autobiografía, cundió la estupefacción: no se veía bien lo que la sal pintaba en la lucha por la independencia nacional”, por su parte, el gobierno británico no tomó en absoluto en serio la iniciativa de Gandhi y creyó poder ridiculizar al que “se imaginaba destronar al Rey y Emperador haciendo hervir agua de mar en una pequeña marmita”. Sin embargo Nerhu debió reconocer muy rápidamente que Gandhi había tenido “una idea de genio”, al elegir esa meta para organizar una campaña de desobediencia civil. De igual manera, el gobierno tuvo que reconocerlo a sus expensas. La acción, en efecto, se reveló particularmente eficaz. La obligación que se imponía al pobre campesino indio de pagar un impuesto a un gobierno extranjero para salar su comida, ilustraba perfectamente la dominación que pesaba sobre la India. Pedir que se entrara en lucha para la abolición de ese impuesto, era hablar un lenguaje claro y comprensible para todos. Por ello, una vez que el propio Gandhi hubo dado la señal de la rebelión, hubo una verdadera insurrección pacífica de millares y millares de indios que trasgredieron deliberadamente la ley y aceptaron de muy buena gana ir a la cárcel. Esa campaña se vio ampliamente coronada por el éxito y fue concluida por un pacto firmado por Gandhi y el virrey. Ese acuerdo debe ser considerado, a pesar de sus insuficiencias, como un paso importante hacia la independencia.

De igual manera, Martin Luther King estaba decidió a luchar contra todo el sistema que creaba y mantenía la segregación, pero sus acciones tenían unos objetivos muy limitados y muy precisos. La primera de las bazas utilizadas por el movimiento de King fue la segregación establecida en los autobuses de Montgomery. Decidió desafiar el poder blanco organizando el boicot de los autobuses. Esa acción concreta iba a desempeñar el papel de un catalizador y debía permitir dar a la reivindicación de los negros una fuerza y una amplitud jamás alcanzadas anteriormente. Estaba muy claro que esa reivindicación no podía limitarse a pedir la integración de los medios de transporte, sino que iba a exigir la integración de toda la sociedad. Los adversarios de King no se equivocaban de la importancia del boicot. Así el alcalde de Montgomery afirmaba: “Han hecho del boicot una campaña en la que se juega el destino del edificio social de nuestra comunidad”. Por su lado, el abogado de la compañía de autobuses proclamaba: “Si concedemos a los negros lo que piden presumirían de haber alcanzado una victoria sobre la población blanca; y esto no lo podemos permitir”. Por tanto, la victoria de King iba a convertirse en un símbolo poderoso capaz de devolver la esperanza y el gusto por la lucha a toda la comunidad negra.

Así pues, la noviolencia nos moviliza a tres niveles diferentes:

· En primer lugar nos moviliza al nivel de la UTOPÍA DE UNA SOCIEDAD NOVIOLENTA. Respecto a esta utopía tendremos dos certezas: por una parte, alimenta nuestras aspiraciones más profundas, y por otra será algo que nunca alcanzaremos. La UTOPÍA, no es ni puede ser de “ningún lugar”. La función de la Utopía no es la de alimentar nuestro sueño para evadirnos de la realidad, sino, por el contrario, la de orientar nuestra acción que a su vez nos permitirá corregir la realidad. La Utopía nos hace tomar conciencia de que la “verdadera vida está ausente” y nos moviliza para “cambiar la vida”. Nos pone en camino y orienta nuestros pasos. “Si durante la noche, escribe Thich Nhat Hanh, nos guiamos por la Estrella Polar, sabemos muy bien que no tenemos que poner pie en esa estrella para alcanzar el norte”. Así, la Utopía de una sociedad noviolenta debe orientarnos en la buena dirección.
· En segundo lugar, nos moviliza al nivel de UN PROYECTO GLOBLAL DE SOCIEDAD. Se trataría por tanto, de formular a partir del análisis racional de la situación del lugar y del momento, unas proposiciones concretas que permitan la creación de estructuras sociales que sean capaces de repartir lo más justamente posible el tener, el poder y el saber. Aquí nos apoyaríamos en todos aquellos estudios, de especialistas que se esfuercen por conciliar en la práctica la justicia y la libertad.
· Por último nos moviliza al nivel de un OBJETIVO PRECISO, LIMITADO Y POSIBLE A CORTO PLAZO, gracias a esta estrategia se comenzaría a poner la primera piedra y a ir edificando el nuevo sistema social, para lo cual es esencia una buena organización y una buena elección de los objetivos a alcanzar a corto plazo. 

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(1) La estrategia de la acción no-violenta. J.M. Muller. Hogar del libro, Barcelona, 1980



(2) Lanza del Vasto, conclusiones y complementos al libro de S. PANTER-BRICK, Gandhi contre Machiavel, p 286

jueves, 9 de marzo de 2017

REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA - 7 -



REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA.
APOYÁNDONOS EN  JEAN-MARIE MULLER (1)

-7-

NOVIOLENCIA ABSOLUTA FRENTE AL PACIFISMO RELATIVO

     La coacción que los métodos noviolentos ejercen sobre el adversario, (ver reflexión anterior número 6), atentan contra su libertad, por lo que la acción noviolenta adquiere aquí un grave compromiso y responsabilidad. La noviolencia está sometida, también aquí, a los dilemas morales con los cuales se enfrentan los que recurren a la violencia.

    Los métodos noviolentos tendrán como consecuencia directa o indirecta meter al adversario y a sus aliados “en un atolladero” y causarle, no solamente molestias, sino daños y perjuicios, algunos de los cuales no dejarán de hacerles sufrir. Los perjuicios que la acción noviolenta causará al adversario deben ser estimados previamente y deberá de asumirse su responsabilidad. Sin embargo, se tratará de limitarlos en la medida en que sea posible y a veces incluso de remediarlos, por medios que no pongan en peligro la eficacia de la acción noviolenta.

    Con la presión moral que la noviolencia ejerce sobre el adversario, (hay quienes hablan de violencia moral), se pretende provocar una crisis de conciencia obligándole a dejar de ignorar todas las consecuencias de la injusticia de la que es responsable, forzándole a mirarlas de frente. Se trata de “amontonar ascuas sobre su cabeza”, de saturar al adversario de su propia violencia, con el fin de que no aguante y la vomite. A este nivel, el adversario es respetado; respetando a la vez, su libertad de acción y de decisión.

    Si a pesar de la fuerza ejercida sobre la conciencia del adversario, éste está convencido de su correcta actuación y por tanto es insensible a la presión moral,  la acción noviolenta recurrirá a la toma de medidas de no-cooperación, creando una relación de fuerzas que neutralice, inmovilice y, finalmente, haga impotente al adversario, cortando las fuentes de su poder, mediante la coacción social.

    A veces, se acusa a la acción noviolenta de poder cometer un error y por tanto ejercer una presión y coacción injustificada sobre el adversario. En esta acusación encontramos una buena ventaja con respecto a la violencia, ya que la acción noviolenta, puede ser revisada en cada momento de su proceso, y de haber un error en la acción, este siempre se podrá reparar, mientras que un error cometido por la violencia, casi siempre es irreversible y aún en el caso de que los errores cometidos por la violencia fuesen reconocidos, lo serían demasiado tarde. Además, ¿cómo no sospechar de los escrúpulos de los que se indignan ante las presiones y las coacciones ejercidas por la acción noviolenta y que , por otro lado, están dispuestos a justificar las presiones y las coacciones ejercidas por los métodos violentos?

    Cuando hablamos del amor que ha de practicar la acción noviolenta, no estamos hablando de amor en el sentido a afección, sino en el sentido de no hacer lo contrario al amor, o sea: la humillación, el insulto, la venganza, ...etc.., por tanto el amor que deberá practicar la acción noviolenta, será aquel que comprenda y respete al adversario, pero no tendrá nada que ver con el generado por la simpatía.

   Quienes critican la noviolencia, buscan siempre la pureza de la misma, sin embargo, Gandhi, lo dejó muy claro: “mientras no seamos puros espíritus, la noviolencia perfecta es tan teoría como la línea recta de Euclides” (2) “Mientras el hombre viva en sociedad, necesariamente tiene que ser cómplice de ciertas formas de violencia” (2)

    Si mediante el recurso a los métodos noviolentos no podemos evitar hacer daño y provocar sufrimiento al adversario, es cierto que el mal o el daño creado es infinitamente menor que el provocado por la violencia. La acción noviolenta puede llegar a ser una violencia que se acaba, mientras que la acción violenta es una violencia que se repite y que vuelve a empezar. Las acciones noviolentas, al contrario de las acciones violentas, permiten un control y una reducción de la violencia.

    Lo más importante sería identificar la violencia como contradicción radical respecto a las más profundas aspiraciones del ser humano, a partir de lo cual ya no es posible hacer ninguna justificación de ella, y a través de la acción noviolenta, escapar de la lógica de la violencia para controlarla y hacerla desaparecer.

    Sin embargo, hay quienes aún estando a favor de la noviolencia y reconociéndole profundas ventajas con respecto a la violencia, se resisten a renunciar a esta, contemplando excepciones en determinados momentos, sobre todo ante ciertos tiranos, es lo que llamaríamos las tesis clásicas de la “guerra justa”. Aquí encontramos desde la derecha más rancia hasta la izquierda más radical, todavía no hemos visto en ningún programa electoral de la izquierda (mucho menos en la derecha), su opción por la acción noviolenta, su renuncia a la violencia como vía para la resolución de los conflictos y la desaparición progresiva del militarismo. Nada más con mirar la historia más reciente, (Irak, Afganistán, Síria, Líbia, etc.), tendríamos suficiente para desbaratar este argumento en el que se justifican todos los ejércitos así como sus sangrantes gastos en armamento. El “pacifismo relativo” de la izquierda, se diferencia muy poco del violento relativo. En esta línea Gonzalo Arias, expone lo siguiente: (3)

· 1.– Un pacifista relativo no se diferencia doctrinalmente de un violento relativo. Lenin, Fidel Castro, José Antonio Primo de Rivera piensan lo mismo que Pablo VI o Bertand Russel: que la violencia sólo se justifica en casos extremos, cuando no cabe otro recurso para defender los derechos fundamentales de la persona. El desacuerdo viene cuando se trata de determinar en la práctica cuales son esos “casos extremos”, para lo cual el pacifista relativo no puede ofrecer ningún criterio definitivo que aparte a los hombres del eterno escollo que es el abuso de la violencia justa.
· 2.– La necesidad de un golpe de fuerza final para rematar una revolución preparada por medios noviolentos es un espejismo. Dalmau (4), compara ese golpe de fuerza con “una operación de cesárea para salvar la vida de lo que está ya maduro y no puede irrumpir a causa de un obstáculo físico”. Yo creo que pueden ocurrir dos cosas: o ese golpe de fuerza se hace por sorpresa contra quienes tienen todavía una posición dominante en la sociedad, en cuyo caso la revolución triunfante tendrá que seguir apoyándose indefinidamente en la violencia para no ser efímera; o se realiza contra un poder caduco y en trance de perder el control de la sociedad, en cuyo caso la violencia sería innecesaria y se habría corrido el riesgo inútil de  volver a plantear la lucha en el terreno en el que el adversario puede cobrar nueva vida.
· 3.– Sólo una declaración de principio, inequívoca y que no admita excepciones, a favor de la noviolencia puede despojar de toda justificación a la violencia del adversario, ante su propia conciencia y ante la opinión. El tirano en el poder, oyendo la manera de argumentar de los pacifistas relativos, razonará más o menos así: “Esta gente son lobos con piel de cordero: mucho hablar de paz, pero a la hora de la verdad están dispuestos a asestarme una puñalada”. El verdadero noviolento debe esforzarse por evitar ese temor en el adversario violento, dándole la seguridad de que no sólo su vida no corre peligro, sino incluso de que una eventual revolución noviolenta triunfante le reservaría un lugar honorable en la sociedad. Si dejamos la noviolencia reducida a una táctica aprovechable sólo cuando se estime eficaz, le quitaremos toda su fuerza moral.
· 4.– Siempre existe un camino noviolento, aunque no siempre sea fácil encontrarlo. Hay una frase de Gandhi que a menudo se cita olvidando la forma condicional en que está formulada: “Si fuese necesario escoger entre violencia y cobardía, yo aconsejaría la violencia”. Pero es evidente que lo que Gandhi quiso expresar fue su mayor simpatía por el violento que por el cobarde, y que nunca pensó en la posibilidad de que un noviolento se viera obligado a optar entre ambos términos condenables. Su pensamiento quizá está más claro en esta otra sentencia suya: “ Yo cultivo la valentía de morir sin matar. Pero deseo que quien no tenga esa valentía cultive el arte de matar y de dejarse matar antes que huir vergonzosamente del peligro”.

Termina Gonzalo Arias, este artículo diciendo:

“… no admito, ni siquiera como hipótesis de trabajo, que el opresor pueda cerrar todos los caminos de resistencia noviolenta del oprimido dejándole en cambio abierto el camino violento. Si tienes la posibilidad material de esgrimir una ametralladora contra tu enemigo, con mayor motivo podrás esgrimir la palabra contra él”.
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(1) La estrategia de la acción no-violenta. J.M. Muller. Hogar del libro, Barcelona, 1980
(2) Gandhi:  Todos los hombres son hermanos, Sígueme, Madríd 1973
(3) Gonzalo Arias. La noviolencia ¿tentación o reto?. Edición propia. AHIMSA.
(4) Ver artículo: Violencia de la No-violencia, en (3), p 150