jueves, 9 de marzo de 2017

REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA - 7 -



REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA.
APOYÁNDONOS EN  JEAN-MARIE MULLER (1)

-7-

NOVIOLENCIA ABSOLUTA FRENTE AL PACIFISMO RELATIVO

     La coacción que los métodos noviolentos ejercen sobre el adversario, (ver reflexión anterior número 6), atentan contra su libertad, por lo que la acción noviolenta adquiere aquí un grave compromiso y responsabilidad. La noviolencia está sometida, también aquí, a los dilemas morales con los cuales se enfrentan los que recurren a la violencia.

    Los métodos noviolentos tendrán como consecuencia directa o indirecta meter al adversario y a sus aliados “en un atolladero” y causarle, no solamente molestias, sino daños y perjuicios, algunos de los cuales no dejarán de hacerles sufrir. Los perjuicios que la acción noviolenta causará al adversario deben ser estimados previamente y deberá de asumirse su responsabilidad. Sin embargo, se tratará de limitarlos en la medida en que sea posible y a veces incluso de remediarlos, por medios que no pongan en peligro la eficacia de la acción noviolenta.

    Con la presión moral que la noviolencia ejerce sobre el adversario, (hay quienes hablan de violencia moral), se pretende provocar una crisis de conciencia obligándole a dejar de ignorar todas las consecuencias de la injusticia de la que es responsable, forzándole a mirarlas de frente. Se trata de “amontonar ascuas sobre su cabeza”, de saturar al adversario de su propia violencia, con el fin de que no aguante y la vomite. A este nivel, el adversario es respetado; respetando a la vez, su libertad de acción y de decisión.

    Si a pesar de la fuerza ejercida sobre la conciencia del adversario, éste está convencido de su correcta actuación y por tanto es insensible a la presión moral,  la acción noviolenta recurrirá a la toma de medidas de no-cooperación, creando una relación de fuerzas que neutralice, inmovilice y, finalmente, haga impotente al adversario, cortando las fuentes de su poder, mediante la coacción social.

    A veces, se acusa a la acción noviolenta de poder cometer un error y por tanto ejercer una presión y coacción injustificada sobre el adversario. En esta acusación encontramos una buena ventaja con respecto a la violencia, ya que la acción noviolenta, puede ser revisada en cada momento de su proceso, y de haber un error en la acción, este siempre se podrá reparar, mientras que un error cometido por la violencia, casi siempre es irreversible y aún en el caso de que los errores cometidos por la violencia fuesen reconocidos, lo serían demasiado tarde. Además, ¿cómo no sospechar de los escrúpulos de los que se indignan ante las presiones y las coacciones ejercidas por la acción noviolenta y que , por otro lado, están dispuestos a justificar las presiones y las coacciones ejercidas por los métodos violentos?

    Cuando hablamos del amor que ha de practicar la acción noviolenta, no estamos hablando de amor en el sentido a afección, sino en el sentido de no hacer lo contrario al amor, o sea: la humillación, el insulto, la venganza, ...etc.., por tanto el amor que deberá practicar la acción noviolenta, será aquel que comprenda y respete al adversario, pero no tendrá nada que ver con el generado por la simpatía.

   Quienes critican la noviolencia, buscan siempre la pureza de la misma, sin embargo, Gandhi, lo dejó muy claro: “mientras no seamos puros espíritus, la noviolencia perfecta es tan teoría como la línea recta de Euclides” (2) “Mientras el hombre viva en sociedad, necesariamente tiene que ser cómplice de ciertas formas de violencia” (2)

    Si mediante el recurso a los métodos noviolentos no podemos evitar hacer daño y provocar sufrimiento al adversario, es cierto que el mal o el daño creado es infinitamente menor que el provocado por la violencia. La acción noviolenta puede llegar a ser una violencia que se acaba, mientras que la acción violenta es una violencia que se repite y que vuelve a empezar. Las acciones noviolentas, al contrario de las acciones violentas, permiten un control y una reducción de la violencia.

    Lo más importante sería identificar la violencia como contradicción radical respecto a las más profundas aspiraciones del ser humano, a partir de lo cual ya no es posible hacer ninguna justificación de ella, y a través de la acción noviolenta, escapar de la lógica de la violencia para controlarla y hacerla desaparecer.

    Sin embargo, hay quienes aún estando a favor de la noviolencia y reconociéndole profundas ventajas con respecto a la violencia, se resisten a renunciar a esta, contemplando excepciones en determinados momentos, sobre todo ante ciertos tiranos, es lo que llamaríamos las tesis clásicas de la “guerra justa”. Aquí encontramos desde la derecha más rancia hasta la izquierda más radical, todavía no hemos visto en ningún programa electoral de la izquierda (mucho menos en la derecha), su opción por la acción noviolenta, su renuncia a la violencia como vía para la resolución de los conflictos y la desaparición progresiva del militarismo. Nada más con mirar la historia más reciente, (Irak, Afganistán, Síria, Líbia, etc.), tendríamos suficiente para desbaratar este argumento en el que se justifican todos los ejércitos así como sus sangrantes gastos en armamento. El “pacifismo relativo” de la izquierda, se diferencia muy poco del violento relativo. En esta línea Gonzalo Arias, expone lo siguiente: (3)

· 1.– Un pacifista relativo no se diferencia doctrinalmente de un violento relativo. Lenin, Fidel Castro, José Antonio Primo de Rivera piensan lo mismo que Pablo VI o Bertand Russel: que la violencia sólo se justifica en casos extremos, cuando no cabe otro recurso para defender los derechos fundamentales de la persona. El desacuerdo viene cuando se trata de determinar en la práctica cuales son esos “casos extremos”, para lo cual el pacifista relativo no puede ofrecer ningún criterio definitivo que aparte a los hombres del eterno escollo que es el abuso de la violencia justa.
· 2.– La necesidad de un golpe de fuerza final para rematar una revolución preparada por medios noviolentos es un espejismo. Dalmau (4), compara ese golpe de fuerza con “una operación de cesárea para salvar la vida de lo que está ya maduro y no puede irrumpir a causa de un obstáculo físico”. Yo creo que pueden ocurrir dos cosas: o ese golpe de fuerza se hace por sorpresa contra quienes tienen todavía una posición dominante en la sociedad, en cuyo caso la revolución triunfante tendrá que seguir apoyándose indefinidamente en la violencia para no ser efímera; o se realiza contra un poder caduco y en trance de perder el control de la sociedad, en cuyo caso la violencia sería innecesaria y se habría corrido el riesgo inútil de  volver a plantear la lucha en el terreno en el que el adversario puede cobrar nueva vida.
· 3.– Sólo una declaración de principio, inequívoca y que no admita excepciones, a favor de la noviolencia puede despojar de toda justificación a la violencia del adversario, ante su propia conciencia y ante la opinión. El tirano en el poder, oyendo la manera de argumentar de los pacifistas relativos, razonará más o menos así: “Esta gente son lobos con piel de cordero: mucho hablar de paz, pero a la hora de la verdad están dispuestos a asestarme una puñalada”. El verdadero noviolento debe esforzarse por evitar ese temor en el adversario violento, dándole la seguridad de que no sólo su vida no corre peligro, sino incluso de que una eventual revolución noviolenta triunfante le reservaría un lugar honorable en la sociedad. Si dejamos la noviolencia reducida a una táctica aprovechable sólo cuando se estime eficaz, le quitaremos toda su fuerza moral.
· 4.– Siempre existe un camino noviolento, aunque no siempre sea fácil encontrarlo. Hay una frase de Gandhi que a menudo se cita olvidando la forma condicional en que está formulada: “Si fuese necesario escoger entre violencia y cobardía, yo aconsejaría la violencia”. Pero es evidente que lo que Gandhi quiso expresar fue su mayor simpatía por el violento que por el cobarde, y que nunca pensó en la posibilidad de que un noviolento se viera obligado a optar entre ambos términos condenables. Su pensamiento quizá está más claro en esta otra sentencia suya: “ Yo cultivo la valentía de morir sin matar. Pero deseo que quien no tenga esa valentía cultive el arte de matar y de dejarse matar antes que huir vergonzosamente del peligro”.

Termina Gonzalo Arias, este artículo diciendo:

“… no admito, ni siquiera como hipótesis de trabajo, que el opresor pueda cerrar todos los caminos de resistencia noviolenta del oprimido dejándole en cambio abierto el camino violento. Si tienes la posibilidad material de esgrimir una ametralladora contra tu enemigo, con mayor motivo podrás esgrimir la palabra contra él”.
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(1) La estrategia de la acción no-violenta. J.M. Muller. Hogar del libro, Barcelona, 1980
(2) Gandhi:  Todos los hombres son hermanos, Sígueme, Madríd 1973
(3) Gonzalo Arias. La noviolencia ¿tentación o reto?. Edición propia. AHIMSA.
(4) Ver artículo: Violencia de la No-violencia, en (3), p 150

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