REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA.
APOYÁNDONOS EN JEAN-MARIE MULLER (1)
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AMOR.
Escribe Gonzalo Arias, “El genio de Gandhi, fue el mostrar en el plano político la eficacia de armas como la verdad, la honradez, el deseo de no hacer el mal al enemigo, la aceptación del propio sufrimiento como medio de quebrar la violencia del adversario (…) en este sentido puede decirse que Gandhi fue el “anti-Maquiavelo. (…) Gandhi, “presenta el amor al prójimo como base de la moral noviolenta” (2)
La fuerza del amor que practica Gandhi desde la noviolencia, no es más que la estrategia de combatir el mal con el bien, de desear practicar el bien incluso para los que nos quieren el mal, de poner en obra el “amor des-enemistador”, es decir superador de la enemistad, poniendo fin y rompiendo así, el sangriento círculo diabólico de odio y contra-odio, violencia y contra-violencia que desde milenios ha hecho que toda la historia mundial sea una interminable concatenación de batallas y matanzas.
La noviolencia es una energía endógena, capaz de derribar murallas en virtud de su propio estallido espiritual. Se basa en gran parte en cierta autocapacidad de sufrimiento, en una notable disposición para el sacrificio, con la convicción de que esta cualidad basta para minar, a la larga, los embates de la violencia y la arbitrariedad, del despotismo y el egoísmo, del odio y la intolerancia. Decía Gandhi: “yo quiero desafilar completamente la espada del tirano, no golpeándola con un acero afilado, sino desbaratando su expectativa de que yo pueda presentarle una resistencia física”. (4)
Solo alcanzando el estado purificado de la verdad es posible rechazar la violencia y morir sin matar. Este estado, por otra parte, no se adquiere magníficamente ni es consecuencia de un acto común de reflexión, sino que se llega a él luego de un largo y a menudo doloroso aprendizaje.
La omisión de oído o rencor está dirigida a la acción, no a su autor. El hombre y su acción son dos cosas diferentes. “Aunque una buena acción puede significar general aprobación, y una mala acción desaprobación total, el autor del hecho, bueno o malo, siempre merece respeto o piedad según el caso. Odia el pecado y no al pecador es un precepto que, aunque fácil de comprender, es raramente practicado, y por eso el veneno del odio abarca todo el mundo”.(4)
“Porque estamos todos dibujados con el mismo pincel, y somos hijos de un único y mismo Creador, los poderes divinos son infinitos en cada uno. Atacar a una sola criatura humana es atacar a esos poderes divinos y por tanto, el daño se hace no sólo a ese ser, sino a través de él a toda la humanidad”. (4)
“Se necesita más valor para permanecer mental y espiritualmente inflexible bajo la presión del golpe. Negarse a devolver el golpe y, al mismo tiempo, no someterse, es el colmo de la dignidad. Pensar que el camorrista priva al individuo de su dignidad por el abuso físico, es admitir que éste confía su dignidad a un intruso. La dignidad humana fundamental es parte del carácter de una persona y el carácter no puede ser alterado por simple presión física”.(4)
La fuerza de la noviolencia está en la disposición a sufrir las consecuencias de todas las acciones, por lo que la noviolencia es la expresión, y he aquí lo novedoso, de una poderosa energía interior, no de una debilidad, lo que significa que la no-cooperación es el ejercitarse en el sacrificio de sí mismo. Creer en la noviolencia, adherirse a ella, practicar la fuerza del amor, impone también otras condiciones previas, entre ellas una adecuada preparación para, la humildad, el servicio y el conocimiento.
Decía Gandhi: “Mi fe personal es cosa que está absolutamente clara. No puedo, intencionalmente, herir a ningún ser vivo, y menos aún a seres humanos, aunque causen el mayor perjuicio a mí y a los míos. Pues bien, aunque sostengo que el dominio británico es un azote, no pretendo herir a ningún inglés, ni a los legítimos intereses que pueda tener en la India”. (4)
Nehru, ante las acusaciones sobre Gandhi de reaccionario decia: “Toda la tribu de los ortodoxos se ha unido en contra él y lo consideran su más peligroso enemigo, aunque él continúe tratándolos con toda gentileza y cortesía. En su modo propio tiene la habilidad de liberar fuerzas poderosas que se expanden como ondas en la superficie del agua y afectan a millones”. (4)
Una vez alcanzado el objetivo de la independencia, Gandhi proyectaba la “construcción de una sociedad nueva, la Sarvodaya, que significa el ascenso de todos… Se trataba de una sociedad en la que se lograra el bien común. Para logarla, aplicaba los mismos principios que había aplicado en la lucha por la Independencia. Los medios del Amor”. (4).
… En nuestra época de completa decadencia moral, -decía Albert Einstein– Gandhi, era el único estadista que defendía una más elevada relación humana en la esfera política.
En el alma del hombre conviven, sin embargo, el espíritu y la fuerza bruta, vale decir, la violencia y la noviolencia. De cómo el ser humano puede superar sus propias limitaciones en este terreno, se infiere el triunfo de su propio yo. De cómo la voluntad pueda ser capaz de doblegar los dictados obscuros, subyacentes, ciertamente congénitos de la violencia, depende la victoria del hombre sobre sí mismo, la victoria del hombre sobre el hombre y la debelación sobre las fuerzas primitivas del bruto. Es el dominio final de la chispa de la vida.
La insistencia en el amor enseña a comprender la belleza de la tolerancia.
Por otro lado no debemos confundir las relaciones sociales y políticas con las relaciones de amistad y vecindad. No es la buena o mala voluntad de las personas lo que le caracteriza, sino más bien la naturaleza de las estructuras económicas, culturales y políticas sobre las que se basa la sociedad. Sería un error, para calificar las relaciones que existen entre los hombres en el interior de una sociedad, no hablar más que en términos de amor o de desprecio.
COACCIÓN
Uno de los principios esenciales de la noviolencia es el de exponer al adversario los argumentos que puedan probar lo razonable de nuestras exigencias y presentarle pruebas de nuestra sinceridad y de nuestra buena voluntad. La noviolencia implica, en efecto, que recurramos en primer lugar al diálogo. Es, en ese sentido, un llamamiento a la razón con el fin de convencer y un llamamiento a la conciencia con el fin de convertir. Se trata de poner en práctica toda la fuerza de la palabra; ésta es la primera y la última arma de la noviolencia, pero no la única. En la práctica la fuerza de la justicia, por sí sola, no puede obligar a ceder a los poderosos y a sus representantes políticos, que a través de leyes y normas protegen los intereses de estos; por lo que casi siempre el diálogo se hace imposible entre los demasiado ricos y sus representantes y los demasiado pobres. Es por ello que la acción directa es necesaria por parte de los que son víctimas de la injusticia, con el fin de que, mediante ella, se pueda establecer una relación de fuerzas en su favor que haga posible el encuentro y el diálogo.
Ante el fracaso de la sola persuasión, la noviolencia no rehúye convertirse también en una fuerza de presión y en una fuerza de coacción, decía Gandhi: “para obtener reparación de la injusticia, hemos de negarnos a esperar que el culpable haya tomado conciencia de su iniquidad. (…) Por el contrario, hay que combatir el mal dejando de proporcionar nuestra ayuda al malhechor de una forma directa o indirecta” (3).
“La mayoría de nuestros males surgen no solo del opositor, sino también del oprimido. El tirano tiene el poder de imponer sólo que la víctima carece de fuerza para resistir” (4).
En esta línea Martín Luther King, decía: “ La protesta noviolenta debe ahora madurar para alcanzar otro nivel y corresponder a una impaciencia mayor en los negros y a una resistencia forzada en los blancos. Necesitamos algo más que una afirmación ante la sociedad; necesitamos una fuerzas que interrumpa su funcionamiento en ciertos puestos clave. Esta interrupción, sin embargo, no debe ser clandestina o subrepticia. No es necesario vestirla de un romanticismo de guerrilla. Debe presentarse a rostro descubierto y, sobre todo, ser realizada sin violencia por grandes masas. Si, para hacerla fracasar, es preciso llenar las prisiones, no se conseguirá con ello sino hacer más claro su significado… Dislocar el funcionamiento de una ciudad sin destruirla puede ser un acto más eficaz que una revuelta porque es más duradero, más oneroso para la sociedad, sin ser inútilmente destructor. En fin, es un medio de acción social que el gobierno puede más difícilmente reprimir por la fuerza (5).
Así mismo Gonzalo Arias, dice: “Puede ser que, pese a los esfuerzos anteriores, o incluso tomándolos como pretexto, el opresor, lejos de ceder, pase de la violencia larvada a la violencia de hechos: prisión, tortura, destituciones, confiscaciones; deportaciones…. Los combatientes pacíficos todavía pueden continuar su escalada con los medios de coacción positiva” (6).
Sin embargo toda lucha por la justicia y la libertad debe perseguir el ejerció del poder por parte de los desheredados. Este ejercicio del poder no exige necesariamente arrebatar la dirección del Estado a los que la detentan, sino que exige que puedan acceder a la plena responsabilidad de su propio destino en el seno de la sociedad. El ejercicio del poder, mediante el cual los pobres aseguran su propia autonomía, no es un deseo malsano, que podría ser alimentado por el resentimiento, los celos y la venganza, sino una acción de justicia.
La hipocresía de la sociedad, a menudo nos presenta la violencia como única vía para que los pobres ejerzan el poder, y se los arrebaten a quienes practican la tiranía y la injusticia desde el, y por otra parte resalta la humildad y la resignación, por encima de la voluntad del ejercicio del poder, que es tachado de orgullo y prepotencia.
A este respecto señala Nietzsche: “la alta y libre inteligencia (…), todo lo que eleva al individuo por encima del rebaño y que da miedo al prójimo se llamará a partir de ahora mal; el carácter (…), modesto, subalterno, respetuoso de la igualdad, la mediocridad de los deseos, reciben epítetos y honores morales. Finalmente, se establece un estado duradero de paz (…). Una actitud de orgullo altivo, (…), el placer de no depender más que de sí mismo, parecerán casi ofensivos y despertarán desconfianza: “el cordero”, y más todavía el carnero, ganarán en consideración. (7)
“La libertad, la igualdad y la fraternidad” exigen el acceso de todos a la plena responsabilidad, y no puede haber plena responsabilidad sin el verdadero ejercicio del poder.
En la línea del ejercicio de la fuerza contra el poder de los blancos, M.L.K, reconoce que uno de los graves problemas de los negros es su impotencia, por lo que el ejercicio del poder por parte del pueblo negro, “es bueno, necesario y legítimo” (8), y ve la importancia de dedicar especial atención y esmero en la búsqueda de actitudes que los lleven por el camino hacia la consecución del ejercicio del poder negro.
Por tanto para restablecer la justicia, la lucha noviolenta no debe solamente intentar “cambiar el corazón” de los poderosos y sus representantes políticos, debe secar las fuentes de su poder. La acción directa noviolenta tiene como objetivo inmediato, no ya establecer con el adversario relaciones de amor, sino crear una relación de fuerza. No es una demostración de amor, sino una demostración de fuerza.
La noviolencia, escribe Miller (…) es una forma de llevar un conflicto social, que es compatible con el amor (9). No se trata solamente de hacer un llamamiento a la conciencia del poderoso y de su representante político, con el fin de que se conviertan, se trata también de obligarles, bien a que no hagan lo que quieren hacer, bien a que hagan lo que no quieren hacer, y sin embargo, se trata de obligarles sin violencia. Se trata no sólo de convencerles sino también de establecer una relación de fuerzas a nuestro favor que le obligue a ceder.
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(1) La estrategia de la acción no-violenta. J.M. Muller. Hogar del libro, Barcelona, 1980
(2) La noviolencia como alternativa. Gonzalo Arias. Nueva Utopía, nº 8. 1999, p,17
(3) Gandhi: Todos los hombres son hermanos, Sígueme, Madríd 1973
(4) La Espada sin filo: Gandhi y la no-violencia. Armando Alonso Piñeiro. Plus Ultra, Buenos Aires, 1971, p 16 y ss.
(5) M.L.K., El clarín de la conciencia, Barcelona, 1973
(6) Gonzalo Arias. La noviolencia ¿tentación o reto?. Edición propia. AHIMSA.
(7) Nietzsche, Más allá del bien y del mal. Alianza Ed., Madrid, 1972
(8) MLK, A dónde vamos, ¿caos o comunidad? Aymá, Barcelona, 1968, p 36
(9) Miller, Non-Violence: a Christian interpretatión, p 177