miércoles, 15 de febrero de 2017

REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA -5-



REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA.
APOYÁNDONOS EN  JEAN-MARIE MULLER (1)

-5-

DE LA EXIGENCIA MORAL A LA ACCIÓN NOVIOLENTA

Primera formulación moralista falsa: “poner la otra mejilla”

      La NV. Ha estado históricamente más unida a la moral que a la justicia social. En este sentido, parece que la noviolencia satisface más las exigencias de la eternidad que las exigencias de la historia.

     La NV. Ha sido a menudo presentada como una aceptación paciente del sufrimiento, como una no resistencia a la violencia. Ilustrada principalmente por el principio evangélico de poner la otra mejilla.

      Esta concepción errónea de la noviolencia, nos la desmonta Gandhi, cuando dice: “yo quiero desafilar completamente la espada del tirano, no golpeándola con un acero afilado, sino desbaratando su expectativa de que yo pueda presentarle una resistencia física”. Para Gandhi, la noviolencia es principalmente acción. Es una energía endógena, capaz de derribar murallas en virtud de su propio estallido espiritual. Se basa en gran parte en cierta autocapacidad de sufrimiento, en una notable disposición para el sacrificio, con la convicción de que esta cualidad basta para minar, a la larga, los embates de la violencia y la arbitrariedad, del despotismo y el egoísmo, del odio y la intolerancia. (2)

     Sin embargo, nada tiene que ver el martirio con la acción directa noviolenta. El martirio es el último recurso del que ha sido derrotado. Es el último testimonio de la persona que ha sido desarmada, reducida a la impotencia por fuerzas mayores que las suyas, cuando toda estrategia ha fracasado, cuando toda lucha se ha vuelto imposible. Por sí mismo, el martirio tiene entonces su sentido y su eficacia. Su efecto, no es solo para la eternidad, sino también para la historia. Pero antes de pensar en el martirio, el hombre debe en primer lugar arrojar sus fuerzas al combate con el fin de hacer valer sus derechos y de esforzarse por triunfar sobre las fuerzas que le son hostiles. De la misma manera, en la perspectiva de una estrategia que persiga la mayor eficacia en la búsqueda de la justicia, no podemos tratar de universalizar pura y simplemente el precepto de poner la otra mejilla. Si la lógica de la estrategia noviolenta exige no devolver golpe por golpe y negarse así a comprometerse en la escalda de la violencia, exige también, no sólo intentar evitar la segunda bofetada, sino también la primera. La estrategia de la noviolencia debe ser una estrategia de resistencia. Se trata de no someterse a la voluntad de nuestro enemigo, de no aceptar pasivamente los sufrimientos que nos hace soportar, y de combatir su propio poder hasta que desista de su violencia. 

     Para Gandhi, el hombre y su acción son dos cosas diferentes: “Aunque una buena acción puede significar general aprobación, y una mala acción desaprobación total, el autor del hecho, bueno o malo, siempre merece respeto o piedad según el caso. Odia el pecado y no al pecador es un precepto que, aunque fácil de comprender, es raramente practicado, y por eso el veneno del odio abarca todo el mundo”. (2)

    “Porque estamos todos dibujados con el mismo pincel, y somos hijos de un único y mismo Creador, los poderes divinos son infinitos en cada persona. Atacar a una sola criatura humana es atacar a esos poderes divinos y por tanto, el daño se hace no sólo a ese ser, sino a través de él a toda la humanidad”. (2)

     Por supuesto, que la noviolencia exige estar dispuesto a aceptar el sufrimiento, en el sentido de que exige liberarse del miedo al sufrimiento y tener la valentía de soportarlo para hacer prevalecer el derecho y la justicia. La verdadera valentía y virilidad, no es dar muerte, sino ser capaz de arriesgar la vida. La grandeza del héroe, aunque sea guerrero, es precisamente haber dominado el miedo al sufrimiento, atreverse a afrontar los mayores peligros, y desafiar la muerte para defender a aquellos que no tienen defensa, o para restablecer el derecho de los oprimidos. Por tanto desde la perspectiva de la noviolencia, se trata de aceptar el sufrimiento, no devolviendo golpe por golpe, en la lucha por la justicia, y no resignándose a la injusticia.

    “Se necesita más valor para permanecer mental y espiritualmente inflexible bajo la presión del golpe. Negarse a devolver el golpe y, al mismo tiempo, no someterse, es el colmo de la dignidad. Pensar que el camorrista priva al individuo de su dignidad por el abuso físico, es admitir que éste confía su dignidad a un intruso. La dignidad humana fundamental es parte del carácter de una persona y el carácter no puede ser alterado por simple presión física”. (2)

Segunda formulación moralista falsa: La noviolencia, condena de la acción violenta, olvidándose de las causas que la han provocado.

     Parece que la noviolencia se complace en la condena de los actos de violencia, mientras que las situaciones de violencia que los han provocado parecen olvidadas. Desde esta concepción la noviolencia no tiene ningún interés para aquellos que luchan por la justicia, sino más bien, parece que la noviolencia viene a frenar toda reivindicación, toda lucha por la justicia, y así haría el juego a los ricos y poderosos. Esta falsa moralista hace pensar que la noviolencia es ajena a la política. Sin embargo, Petit-Larousse, define la noviolencia como: “una forma de acción política caracterizada por la ausencia de toda violencia”.

    El mismo Gandhi, se sentía un político, y rechazaba la calificación que algunos hacían diciendo que era un santo que se metía en política, prefería creer que era “un político que hacía todo lo posible para ser un santo” (2), o como dice karsz: “La noviolencia no puede oponerse a la violencia. Se opone al inhibicionismo, a la no-participación, significa una actitud activa y militante ante los acontecimientos sociales”. “Gandhi, practicaba ocasionalmente el ayuno como arma política” (Eteki-Mboumoua). Por tanto, nada tiene que ver la noviolencia con la inacción o el pacifismo. El líder noviolento belga, Jean van Lieder, dice al respecto: “Los movimientos pacifistas, deben abandonar el terreno demasiado a menudo etéreo sobre el cual se mueven… lo que implica un comportamiento que se queda flotando por encima de la historia concreta de las masas humanas. La dura realidad de la jungla sociopolítica internacional no tiene nada que ver con un altruismo piadoso… ese altruismo no es más que la imagen de una impotencia”. 

      El mismo Gandhi, en su discurso ante el Congreso de la India, decía: “No pedía que me siguieran porque perseguía el amor y la verdad. Pedía que le siguieran porque la noviolencia era la mejor política”. 

    “La noviolencia es mi credo, el aliento de mi vida. Pero no la he presentado nunca como un credo. La he presentado como un método político destinado a resolver problemas políticos. Es posible que el método sea nuevo, pero no por eso pierde su carácter político (…). En calidad de método político, puede siempre ser cambiado, modificado, transformado, incluso abandonado por otro. Por lo tanto, si os digo que no abandonéis nuestra política actual, hablo de sabiduría política (…) Si he arrastrado al Congreso conmigo en todos estos años, es en mi calidad de político”.

     Sin embargo, estas formulaciones moralistas que entendemos falsas, nada tienen que ver con desligar la acción política de las exigencias de la ética y de moral. No puede haber una autonomía de la política respecto a la ética y la moral. Si la política debe de estar al servicio del hombre, y si la ética y la moral sienta los fundamentos del respeto hacia el hombre, entonces corresponde a la ética y a la moral apreciar y juzgar a la política, en cuanto a los fines que persigue y en cuanto a los medios que pone en práctica.

     La acción política, en su búsqueda de la eficacia, no puede olvidar los criterios y exigencias de la eficacia.  La eficacia no es sino un medio al servicio del hombre, por tanto no puede definirse más que en función de las exigencias de este, las cuales son en el fondo exigencias morales. A partir de este momento, una eficacia que no satisfaga esas exigencias no puede ser verdaderamente eficaz. 

     Cuando la acción política plantea, medios inmorales pero eficaces, y medios morales pero ineficaces, no hace más que enfrentar a la política y a la moral. 

    La eficacia perseguida por la acción política, debe de restituir al ser humano su verdadero sentido, y esto escapa a todo pragmatismo que sólo se preocupa de obtener “resultados concretos”.

     La práctica de la acción noviolenta, no está en tener que elegir entre la moral del éxito y una moral de la pureza. Una no existe sin la otra y el problema moral concreto es precisamente hacer que las dos no se contradigan.
 
    En este sentido conviene observar cómo todas las ideologías se han movido desde la justificación del fin que pretendían conseguir a la justificación de los medios puestos en práctica. Todas han terminado dando a entender que “el fin justifica los medios”. Por tanto que el fin justifica cualquier medio.

    De aquí que la moral de nuestro tiempo se mueva en torno a este pensamiento, difundido y practicado por quienes más abanderan la democracia, los derechos humanos y la libertad de los pueblos, como por ejemplo, en el caso de la UE, cuando para evitar que lleguen a nuestras fronteras cientos de miles de migrantes y refugiados, que huyen de la muerte, ejerce actuaciones solo con el objetivo de su eficacia, dejando en segundo plano la moralidad de sus acciones. Otro ejemplo lo tenemos en la lucha contra determinados grupos violentos que practican el terrorismo, que acaba casi siempre, con la muerte destrucción y empobrecimiento, de cientos de miles de personas que nada tienen que ver con estos grupos. 
  
  Por tanto, cuando se actúa bajo esta óptica de que el fin justifica los medios, se pretende hacer callar toda objeción, toda discusión, respecto al valor moral, e incluso respecto a la adecuación técnica de los procedimientos, por lo que cualquier tiranía autoritaria, estará legitimada para hablar de dignidad, de libertad y de liberación del hombre para imponer medidas cuyos efectos morales hacen olvidar hasta el concepto mismo de libertad. 
   
    El fin perseguido es lo más importante en la acción, como decía Nehru: “si el fin no está claramente definido, se puede errar y derrochar energías. No sirve para nada afirmar que se busca la justicia y la paz, si no se precisa qué justicia y qué paz se buscan. La elección de unos  buenos medios no puede por sí solo garantizar una acción”. (ver reflexión: El 30 de Enero no es el día de la paz).  

   Martin Luther King, decía : “he predicado sin cesar que la noviolencia requiere que los medios de que nos valemos sean tan puros como las metas que nos proponemos alcanzar”.  “He tratado de dejar claramente establecido que está mal valerse de medios inmorales para la consecución de fines morales. Pero de igual manera, y quizás aún peor, valerse de medios morales para la consecución de fines inmorales”.

     Por tanto, si la elección del fin es lo primero, los medios es lo posterior, pero no lo secundario. Gandhi escribía: “entre el fin y los medios hay una relación tan necesaria como entre el árbol y la semilla”. 

     Frente a la deshumanización de esta sociedad de principios del siglo XXI a la que estamos asistiendo, aun cuando las “democracias” occidentales rebosen en discursos humanistas en abstracto, mientras esclavizan y desprecian a los ciudadanos que las conforman, las únicas voces que se alzan son las que postulan formulaciones que se pierden en el futuro mientras se abandona el presente. Decía Pascal: “No nos mantenemos nunca en el presente. Anticipamos el porvenir como si tardara en llegar, como para apresurar su curso (…); erramos por tiempos que no son nuestros, y no pensamos en el único que nos pertenece”. 

    Sacrificamos el presente al futuro, escondiéndonos detrás de “alternativas” que nos hacen preferir la abstracción a la realidad, por lo que aceptamos recurrir a medios que contradicen en la práctica el fin que pretendemos conseguir y cuya realización se ve así postergada a mañanas hipotéticos que no nos pertenecen. 

     Gandhi era un hombre de acción, sin embargo no nos ha dejado la teoría de sus acciones que nos podrían servir para solucionar los problemas del aquí y del ahora. A nosotros nos corresponde, por tanto, elaborar esa teoría. Por tanto, no podemos recurrir a la teoría de Gandhi, como lo hicimos en otros momentos recurriendo a la teoría de Marx, para resolver los problemas actuales. Forjar expresiones de catecismo no tienen ningún sentido. Decir que la noviolencia es la fuerza del amor y de la verdad, es como no decir nada, si no acompañamos los medios concretos por los que es posible poner en práctica esa fuerza para resolver tal o cual problema actual.

    Cobijarse tras palabras, como verdad, amor, justicia, paz, etc., no es más que llenar el vacio de una falta de imaginación y de impotencia real. Estamos convencidos que fuera del amor y de la verdad no hay ninguna esperanza para la justicia y la libertad, sin embargo, una acción noviolenta que pretenda acabar con la injusticia enraizada en estructuras de cientos de años, no puede reducirse al puro brillo del amor y la verdad. Por otro lado, no puede reducirse los métodos noviolentos a una pura técnica, como sucede con el manual de Gene Sharp: “De la dictadura a la Democracia”, donde se expone la técnica de la noviolencia, así esta, puede ser utilizada para una causa injusta y convertirse a su vez en una nueva forma de violencia. De aquí emanan las críticas que recibió la primavera árabe, y los movimientos pacifistas en la Europa del este,  al seguir las técnicas de Gene Sharp.

     El amor y la verdad  no pueden ser presentados como alternativa a la violencia. La violencia no es un vicio, sino una técnica de acción, por tanto, para acabar con la violencia, no basta con presentar una virtud, sino que es necesario poner en práctica una acción.


    No basta con amar, para que la justicia y la paz puedan prevalecer. Se trata de saber cómo amar, mediante qué métodos, mediante qué técnicas, con el fin de que el amor sea eficaz y alcance definitivamente la justicia y la paz. 


    La práctica de la generosidad por si sola es inoperante, ha de hallarse al servicio de la habilidad. 
      

   La inteligencia en la acción noviolenta, no es un lujo es una necesidad.
 
  El amor por si mismo se haya desarmado para dominar los acontecimientos según sus deseos y según sus pretensiones. Así como el desprecio o el odio son inoperantes cuando no tienen los medios del poder, así también el amor, necesita de unos medios, sin por ello contradecirse.

    Se trata, según la expresión de Simone Panter-Brick  de: “dar a la voluntad moral la habilidad del estratega”. Con este fin, la estrategia de la noviolencia se esfuerza en poner al servicio de la acción no sólo “la sencillez de la paloma” sino también “la prudencia de la serpiente”, la lucidez, la clarividencia, la oportunidad, la audacia, la imaginación y la habilidad, y no la mentira, la falacia y el fraude.

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Bibliografía utilizada en nuestra reflexión:

1.– Estrategia de la acción noviolenta. Jean-Marie Muller. 1980
2.– La Espada sin Filo: Gandhi y la no-violencia. Armando Alonso Piñeiro. 1971

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