Desde la ruptura de la tregua pactada entre
Rusia y EEUU en septiembre de 2016, y después de más de un año de intervención
militar rusa en apoyo del régimen sirio, las atrocidades de las acciones
militares de las fuerzas sirias y rusas durante octubre y noviembre de 2016 han
alcanzado una gravedad sin precedentes en el país en estos 5 años de guerra.
Varias ciudades han estado sitiadas durante meses, sobre todo en barrios
orientales de Alepo. Como narran activistas y organizaciones humanitarias y de
defensa de los derechos humanos sobre el terreno, el ataque contra Alepo se
trata de una estrategia militar consciente, deliberada y sistemática de
bombardeos indiscriminados, y el uso de armamento especialmente dañino, están
causando centenares de fallecidos y miles de heridos. También se está
produciendo la destrucción total de la infraestructura sanitaria y de protección
civil, de la que dependen más de 250.000 personas (100.000 de ellas, niños y
niñas). Además de los tristemente habituales barriles de TNT, la fuerzas aéreas
siria y rusa están lanzando varias clases de bombas cuyo uso está prohibido (de
fragmentación, incendiarias, termobáricas y revientabúnqueres) contra barrios
residenciales e instalaciones básicas para la vida, especialmente hospitales.
Más de 300 civiles han sido asesinados, más de 1000 heridos y todos los
hospitales han quedado ya fuera de servicio a causa de los bombardeos solamente
en la última semana de intensificación de los ataques.
La Internacional
de Resistentes a la Guerra (IRG) quiere mostrar su rechazo ante el horror que
está suponiendo la intensificación de los ataques aéreos continuados contra
población civil en Siria. La IRG condena enérgicamente estas acciones: el
gobierno sirio y su aliada Rusia están causando sufrimiento de forma premeditada a
la población civil. Estos ataques contra población civil, así como todos los que
llevan a cabo el resto de ejércitos y milicias que operan en suelo sirio, deben
cesar de inmediato.
La IRG condena también los ataques de la Coalición
Internacional en el norte de Siria y de Iraq. En el norte de Siria solamente,
estos ataques han matado al menos a 900 civiles en los 26 meses transcurridos
desde el comienzo de la intervención militar de la Coalición.
El final de
la tregua en Alepo es el último capítulo de un complejo conflicto bélico sin
solución militar de más de cinco años de duración en el que intervienen cada vez
más actores armados. Más de 250 milicias diferentes, entre ellas Daesh/EI, la
antigua al-Nusra y la lealista Shabiha, combaten en Siria en contra o del lado
del régimen sirio. La guerra se ha internacionalizado enormemente; entre los
actores externos están Rusia, Irán, la milicia libanesa Hizbullah, milicias
chiíes iraquíes, EEUU, Francia y el resto de la llamada Coalición Internacional
y Turquía, que está aprovechándose de la situación para extender al norte de
Siria sus ataques contra los kurdos, así como los miles de mercenarios que
combaten con Daesh/EI y otra milicias. Muchos Estados apoyan económica y
militarmente en diferente grado a grupos armados afines. Por ejemplo, las
petromonarquías del Golfo dan apoyo a las milicias islamistas como la antigua
al-Nusra, Rusia, Irán y China apoyan el régimen sirio y sus múltiples milicias
irregulares asociadas, y EEUU apoya algunas milicias del Ejército Libre Sirio y
los kurdos del YPG. Siria se ha convertido en el escenario en el que las
potencias globales y regionales dirimen sus intereses con la coartada de la
“guerra contra el terrorismo” a costa de la vida de la población
siria.
La venta de armas también ha tenido un efecto multiplicador de la
guerra. Frente al constante flujo de armamento y munición desde Rusia, Irán y
China hacia el gobierno sirio, se ha producido la llegada de armamento producido
principalmente en plantas de países de Europa del Este hacia los países del
Golfo y finalmente hacia manos de algunas milicias sectarias. Por su parte, el
Daesh/EI se ha servido principalmente del armamento de EEUU abandonado durante
la desbandada del ejército iraquí en 2014, y del capturado en su rápido avance
en posterior en Siria. Además, según informaciones, el armamento entregado por
la Coalición Internacional a los Peshmergas (las fuerzas militares de la región
autónoma del Kurdistán iraquí) y a otros aliados occidentales, ha acabado en el
mercado negro o en manos de grupos extremistas.
La magnitud de la
tragedia humana causada por estos cincos años de guerra tiene pocos precedentes
desde la Segunda Guerra Mundial. Siria es hoy un país donde ya han muerto al
menos 250.000 personas víctimas de la guerra; la mitad de su población se ha
visto desplazada; trece millones de personas necesitan ayuda humanitaria; cinco
millones de refugiados han abandonado el país, buena parte de ellos jugandose la
vida o perdiéndola cruzando el Mediterráneo para acabar chocando con los muros
de la Europa Fortaleza, recluidos en campos de refugiados o campos de
deportación y expuestos a la creciente islamofobia de las sociedades europeas.
Entre seis y ocho millones de personas se han visto forzada a abandonar su hogar
desplazándose en el propio país; ciudades enteras han sido destruidas, otras
asediadas o/y con bombardeos constantes sobre instalaciones civiles,
etc.
Toda la multitud de actores armados que operan en Siria han
contribuido en diferentes grados a esta gravísima situación, pero tanto la ONU
como distintas organizaciones locales e internacionales humanitarias y de
derechos humanos resaltan una y otra vez en sus informes sobre Siria que el
gobierno presidido por Bashar al-Assad es responsable de la inmensa mayoría de
las víctimas. La lista de atrocidades perpetradas por el gobierno sirio es
larga. Entre ellas está el empleo de misiles de crucero y el bombardeo aéreo
indiscriminado de barriles de TNT (cerca de 40.000 contabilizados desde 2012)
sobre áreas residenciales e infraestructuras vitales; el ataque químico con gas
sarín en Ghouta en 2013 que dejó cientos de muertos; bombardeos químicos con
cloro; la estrategia militar de “rendición o inanición”, con la que el gobierno
sirio ha mantenido a lo largo del conflicto un cerco total o parcial sobre unos
dos millones de personas en diferentes ciudades y localidades sirias que no
pueden recibir comida ni medicinas, o las decenas de miles de detenidos en
condiciones infrahumanas que han sufrido tortura en las cárceles del
régimen.
La revolución pacífica que ocupó las calles de Siria en febrero
de 2011 exigiendo justicia y democracia y que obtuvo como respuesta una
represión despiadada por medios militares por parte del régimen sirio al grito
de “Assad o quemamos el país”, cristalizó a pesar de ello en una miríada de
activismos, proyectos, medios e instituciones alternativas. Con el paso de los
años esta oposición se ha visto progresivamente diezmada por la intensificación
de la violencia, por las desapariciones forzadas, los bombardeos o el exilio y
por la entrada en escena de nuevos actores armados que tratan de imponer su
propia agenda, que no tiene nada que ver con la democracia y el autogobierno de
Siria. Pero todavía son miles los activistas noviolentos que resisten tanto la
dictadura de Assad como la deriva militarista y la sectaria. Bastó una pequeña
tregua en febrero para que salieran de nuevo a las calles, a manifestarse contra
el régimen y contra el Daesh/Estado Islámico; también contra Yahbat Al-Nusra en
la provincia de Idlib, dando lugar a un movimiento que aún perdura.
Siria
ya no es un conflicto regional, sino un problema de la Humanidad. No sólo por la
internacionalización del conflicto, la aparición de acciones terroristas de
inspiración yihadista en Europa y EEUU, por los millones de personas que huyen
de la guerra fuera del país, o por la dimensión de la catástrofe. Como decía un
manifiesto firmado a mediados de septiembre por 150 artistas y escritores
sirios, “el mundo hoy es una cuestión siria, como Siria es hoy una cuestión
mundial”.
Por todo lo anterior, la Internacional de Resistentes a la Guerra:
- se solidariza con la población civil siria víctima de la guerra.
- hace un llamamiento a la movilización internacional para romper el silencio y exigir el cese de los bombardeos sobre población civil y un alto el fuego inmediato. Aunque en el movimiento por la paz no existe un consenso acerca del grado de responsabilidad de los distintos actores implicados en la guerra, sí que hay un acuerdo en que solamente una tregua y negociaciones pueden detener el sufrimiento de la población civil. En Siria nos encontramos con los mismos motivos, si no mayores, que los que llevaron a millones de personas a protestar contra la guerra de Iraq.
- rechaza todas las acciones militares en marcha actualmente en Siria, cuenten o no con el acuerdo del gobierno sirio: Rusia, Irán, Hizbullah, EEUU y la Coalición Internacional, Turquía Daesh/EI y las milicias iraquíes y srias deben abandonar el uso de las armas y emplear medios noviolentos de transformación de conflictos, es decir, sentarse en una mesa de negociación. La IRG también rechaza la posibilidad de nuevas intervenciones militares que solamente intensificarían la violencia armada y aumentarían el caos en la región, provocado en gran parte por las intervenciones militares de EEUU en Iraq y Afganistán.
- exige la puesta en libertad de las decenas de miles de detenidos en condiciones infrahumanas en las cárceles del régimen sirio.
- demanda que los autores de los crímenes de guerra y contra la Humanidad cometidos en Siria respondan por ellos, como parte de un proceso de paz, justicia, reconciliación y reparación de las víctimas.
- se compromete a apoyar a las personas activistas y grupos de base que en medio de la violencia resisten a la militarización y la guerra, persisten en su lucha noviolenta contra la dictadura y por la democracia en Siria, y señalan el camino de la paz.
La Internacional de Resistentes a la Guerra es una red de personas y grupos
de todo el mundo fundada en 1921 alrededor de la declaración: “la guerra es un
crimen contra la Humanidad. Por ello me comprometo a no apoyar ninguna guerra y
a luchar por la desaparición de todas sus causas”. La IRG promueve la
resistencia a la guerra y sus preparativos, y la noviolencia como forma lucha
por la transformación social radical
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