REFLEXIONES en torno a la NOVIOLENCIA.
APOYÁNDONOS EN JEAN-MARIE MULLER
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Nuestro acercamiento a la Noviolencia nos obliga a atravesar en toda su profundidad la violencia. (1)
1. La violencia es siempre de naturaleza criminal. El fin último de la violencia es la eliminación del adversario, aunque en un primer momento no sea ese nuestro deseo, lo cierto es que cualquier acción violenta, que recibe una respuesta violenta, genera a su vez otra acción violenta de mayor envergadura, y por consiguiente una mayor respuesta, entrando en la espiral de la violencia, de la cual es muy difícil salir, si no es con la eliminación de una de las partes en conflicto (por ejemplo: ver y analizar el proceso de la guerra en Siria, o la situación del pueblo Palestino). En el momento que tomemos conciencia de la violencia como un proceso de muerte que pervierte radicalmente mi relación con el otro, estoy obligado a rechazar cualquier tipo de justificación de la violencia. Toda lucha contra la violencia empezará con la toma de conciencia de la violencia como obstáculo para la reconciliación del hombre consigo mismo y con los demás. Cuando nos encontramos con la violencia es cuando nos damos cuenta de que “la verdadera vida está ausente”; y cuando rechazamos cualquier tipo de acomodación a ella es cuando podemos esperar “cambiar la vida” (Un buen ejemplo para luchar contra esta acomodación a la violencia, lo tenemos en estos días cuando: "El Ayuntamiento de Madrid se desmarca de la feria de armamento HOMSEC-2017, http://www.utopiacontagiosa.org/2017/01/27/el-ayuntamiento-de-madrid-se-desmarca-de-la-feria-de-armas-homsec-2017/) .
La violencia introduce un sinsentido en la existencia del hombre, y cuanto más se transige con ella más prisionero de un destino absurdo se hace uno mismo. Solo la NV nos permite situarnos en un dinamismo de esperanza que nos libera de la fatalidad de la violencia. El fracaso de las ideologías dominantes está precisamente en haber justificado la violencia, haberla legitimado, haberla conciliado con los ideales de justicia y libertad.
La violencia introduce un sinsentido en la existencia del hombre, y cuanto más se transige con ella más prisionero de un destino absurdo se hace uno mismo. Solo la NV nos permite situarnos en un dinamismo de esperanza que nos libera de la fatalidad de la violencia. El fracaso de las ideologías dominantes está precisamente en haber justificado la violencia, haberla legitimado, haberla conciliado con los ideales de justicia y libertad.
2. Lo que el hombre busca a través de la violencia (V) puede ser digno. Para Helder Cámara la madre de todas las violencias, es la violencia de las situaciones de injusticia, es la violencia económica que mantiene a millones de hombres en condiciones de subdesarrollo y de malnutrición, es la violencia ideológica y política que, por medio de sistemas totalitarios apoyados y protegidos por sistemas llamados “democráticos”, que mantienen a millones de personas en situaciones de opresión, privándoles de sus libertades fundamentales y negando sus derechos esenciales. Estas situaciones de violencia alienan a las personas, los mutilan, los hacen vivir sin esperanza y los dejan morir. Esta es la violencia que hay que denunciar y combatir en primer lugar. La segunda violencia es la que nace de la rebelión de los oprimidos cuando intentan liberarse del yugo de la opresión que pesa sobre ellos. Cuando los oprimidos, casi siempre a la desesperada, recurren a la violencia, no podemos darle la espalda en nombre de un ideal abstracto de noviolencia. La solidaridad política fundamental debe mantenernos junto a los oprimidos. Ciertamente podemos tener nuestras opciones personales sobre los mejores medios de acción que pueden ser utilizados en cada situación; pero, en última instancia, no nos toca a nosotros decidir por los que sufren cada día la opresión. Y, sobre todo, no tenemos lecciones de moral que darles cuando nosotros continuamos beneficiándonos de nuestra situación de privilegiados. En un conflicto que se ha hecho violento, los verdaderos protagonistas de la violencia son los responsables del desorden establecido. Pero no por ello debemos de animar a los oprimidos a utilizar la violencia. Lo peor es ser noviolento únicamente desde la mesa del despacho, sin asumir nunca uno mismo los riesgos de la violencia. La noviolencia, viene a condenar y combatir la violencia de los opresores, pero también a cuestionar la violencia de los oprimidos. Liberar a los oprimidos de las injusticias que sufren por causa de la violencia de los opresores, es también liberarles de su propia violencia.
3. La tradición que consagra a la V. no deja de condenar a la propia V. Curiosamente quienes condenan eufóricamente la violencia, no dejan de utilizar la violencia, dotándose de instrumentos y cuerpos que no dudan en aplicar la violencia incluso contra aquellos que no la ejercen, simplemente con el argumento de mantener un supuesto “orden” o más bien “desorden establecido”. Se dotan de leyes y de tribunales que ejercen la violencia de forma desproporcionada. Se dotan de ejércitos, armamentos y de todo tipo de instrumentos de muerte y destrucción cuyo único fin es el crimen, el asesinato. Por tanto la violencia que debe de retener nuestra memoria, debe ser siempre la violencia llamada legítima, desembocando en lo mal llamado legítima defensa, que no es más la pretensión de legitimar la violencia. Velar por la seguridad y la integridad del territorio y por la vida de la población, es el objtivo que dan los defensores de la violencia, a la legítima defensa. Sin embargo, si volvemos la vista atrás, o miramos en nuestro presente, el ejercicio de la violencia, nunca ha cumplido con este objetivo; y entendemos que mucho menos lo cumplirá en el futuro. La sofisticación del armamento actual, el que se diseña para el futuro y la realidad de los actuales conflictos violentos (Irak, Siria, Afganistán, etc.,) así nos lo predicen.
Para que la NV., pueda llegar a ser entendida incluso por aquellos que legitiman la violencia, esta necesita de dotarse de una cierta lógica.
1. La gran debilidad de la NV:, la encontramos hoy en que se ha basado sobretodo, en intuiciones y algunos hechos, sin haber sabido expresarse con un cuerpo programático, esto nos ha llevado a la confusión de que NV., y pacifismo, es lo mismo. Tal como indica Jean-Marie Muller, “el lastre del pacifismo pesa mucho en la desacreditación y confusión existente sobre la noviolencia, La simple condena de la guerra, el discurso sobre la supresión de los ejércitos y el armamento y el desarme unilateral, como si fueran inmediatamente posibles como fundamento de la paz.” Para Muller, “instalarse en la evidencia y complacerse en ella, es lo que ha llevado al fracaso del pacifismo. La verdad del pacifismo es proclamar la inhumanidad de la violencia, pero su error es no haber sabido discernir por qué la violencia es tan inhumana”
2. La noviolencia, no debe de huir de la sistematización. Para que la NV sea entendible, es necesario dotar el discurso de la NV de un orden en los pensamientos: conceptos, lógica, esquemas de unificación, que además de ayudar para fijar y comunicar pensamientos, nos servirán para escudriñar esas intuiciones en sus profundidades. Son instrumentos de investigación y al mismo tiempo de exposición. La exposición de hechos concretos ocurridos en otros lugares, pueden sernos de utilidad, si sabemos extraer de ellos enseñanzas gracias a las cuales en el porvenir, podríamos evitar cometer los errores que nos han precedido y así poder beneficiarnos de sus experiencias.
3. La teoría y el programa deben ser cuestionados por la experiencia. La teoría no debe ser un dogma el cual se establece de una vez para todas. La teoría debe dejarse cuestionar por la experiencia y debe sin cesar reajustarse de acuerdo a los hechos. Para Gandhi, la noviolencia es algo inacabado que debe de estar en continua reinvención. Por ello, según Muller, “la teoría de la NV, en el momento en que no encuadre con la experiencia, debe someterse a su revisión y en ese caso habrá que buscar una nueva formulación capaz de englobar la verdad precedente en esa nueva verdad”.
(1) Estrategia de la Acción No-violenta. Jean-Marie Muller. 1980